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Cuenta una vieja leyenda que hace ya mucho tiempo un gaitero aragonés tenía una hija que desgraciadamente enfermó y murió. El gaitero destrozado por el dolor enfundó el vestido de su niña en el boto desnudo de su gaita. Este comportamiento parece que causó sensación...ya que a partir de ese momento todos los gaiteros pusieron un vestido de niña en sus gaitas...hasta nuestros días.
Los gaiteros aragoneses no tocamos simplemente un instrumento...sino que lo abrazamos, lo sentimos, lo queremos...en definitiva estamos conectados con él de una forma tradicionalmente afectiva.
(Gaitería Tremol, 26 de febrero de 2020)
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